La cesta de la compra en Europa cuesta un 30% más que antes de la pandemia

Supermercado Europa
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Comprar comida en Europa nunca había sido tan caro en tiempos de paz. Aunque las cifras oficiales digan que la inflación ya está bajo control, millones de familias siguen sintiendo en el supermercado que los precios no han vuelto a la normalidad. Y tienen razón.

La inflación general en la eurozona se ha desplomado desde el pico del 10,6% registrado en octubre de 2022 hasta el 2% actual. Pero los alimentos han seguido otra ruta. La inflación alimentaria llegó a superar el 15% y, pese a moderarse, todavía se mantiene en el 3,2%, según los últimos datos de agosto de 2025.

Para el consumidor medio, esto se traduce en un encarecimiento acumulado del 30% en la carne, 40% en la leche y hasta 50% en la mantequilla con respecto a 2019. No es solo una percepción: uno de cada tres europeos admite que ya no puede permitirse ciertos productos básicos.

No todos los países sufren igual

Las diferencias dentro de la eurozona son profundas. Chipre ha registrado un aumento alimentario del 20%, mientras que Estonia encabeza la lista con un 57%. Los países bálticos han sido los más golpeados por el alza del coste de la energía y los fertilizantes tras la guerra en Ucrania. España se sitúa justo en la media, con un 34% más por llenar la cesta desde el inicio de la pandemia.

Los analistas del Banco Central Europeo advierten que ya no se trata solo de perturbaciones puntuales. Varios factores estructurales están manteniendo los precios elevados:

  • Mayor demanda global, impulsada por el crecimiento de los ingresos en países emergentes.
  • Impacto del cambio climático, con sequías en el sur de Europa que dispararon el precio del aceite de oliva, y fenómenos climáticos en África Occidental que encarecieron café y cacao.
  • Escasa productividad agrícola, que avanza más lento que en otros sectores y convierte los costes crecientes en algo permanente.

Diferenciar qué parte de la inflación alimentaria es coyuntural y cuál estructural se ha vuelto cada vez más difícil.

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El golpe es mayor para quienes menos tienen

El impacto no es solo económico: es social. Los alimentos representan alrededor del 20% del gasto de los hogares europeos, más del doble que la energía. Y quienes tienen menos ingresos destinan incluso una proporción mayor.

Cuando suben los precios de bienes esenciales como comida, energía o vivienda, son los hogares vulnerables los que sufren una inflación “real” mucho más alta que la oficial. Se ven obligados a recortar en ocio, ropa o incluso salud para poder seguir comiendo.

Para el BCE, este fenómeno es clave. No solo por su peso en el índice de precios, sino porque los consumidores perciben al instante los cambios en los alimentos. Su evolución termina moldeando las expectativas de inflación general, un factor determinante para la política monetaria.

Con información de Euronews