Wall Street abre la chequera a países en desarrollo

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Los países en desarrollo están recurriendo de manera creciente a los bancos de Wall Street en busca de liquidez rápida. Desde Panamá hasta Angola, gobiernos con elevados niveles de endeudamiento buscan préstamos bilaterales de corto plazo, muchas veces denominados en monedas fuertes distintas al dólar, con la esperanza de reducir el costo de financiamiento. Pero el alivio inmediato llega acompañado de un riesgo latente: un mayor grado de exposición a la volatilidad cambiaria y a problemas de refinanciación.

En los últimos diez meses, Panamá ha suscrito créditos por 6.000 millones de dólares, denominados en euros y francos suizos, aprovechando tasas de interés más bajas fuera de EE.UU.

Angola, cuya recaudación se consume en gran parte en salarios y servicio de deuda, amplió un programa de bonos soberanos para utilizarlos como garantía de préstamos con JPMorgan por 1.000 millones de dólares. Colombia negocia operaciones en francos suizos por hasta 10.000 millones de dólares, una iniciativa que su propio director de crédito público, Javier Cuéllar, calificó como “sin precedentes” y de “alto riesgo”.

Por qué ahora

El auge de este tipo de operaciones ocurre en un contexto de presiones inflacionarias globales, tensiones comerciales —alimentadas por la amenaza arancelaria del presidente Donald Trump— y un ciclo monetario global en transición. Mientras los recortes de tasas en Estados Unidos se han ralentizado, en Europa y Suiza los costos de financiamiento se mantienen más bajos, abriendo la puerta a préstamos en monedas alternativas.

“Hay un gran interés en diversificar fuentes de financiación y plazos”, señala Sonja Gibbs, directora del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF). “No conviene poner todos los huevos en la misma cesta”.

La estrategia busca dar un respiro inmediato a las finanzas públicas. En el caso de Panamá, el gobierno calcula que sus operaciones con monedas europeas le han generado un ahorro anual de 115 millones de dólares en intereses. Además, el Ministerio de Economía y Finanzas asegura que las coberturas de riesgo cambiario han reducido en 735 millones de dólares el costo total previsto de la deuda. “No dependemos de la deuda de corto plazo como una muleta, sino como un puente dentro de un plan de ajuste estructural”, afirmó el ministro Felipe Chapman.

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¿Reforma o parche temporal?

Para algunos analistas, la creciente dependencia de estos créditos plantea riesgos de largo plazo. “Los préstamos bancarios pueden diversificar la base de acreedores y dar soporte técnico a la curva de eurobonos, pero no hay nada gratis”, advierte Jason Keene, estratega de Barclays. “Los intereses más bajos suelen ir acompañados de mayores riesgos de refinanciación y tipo de cambio”.

La preocupación de fondo es el llamado riesgo moral: al sortear la presión de los mercados de bonos, los gobiernos pueden perder incentivos para ajustar sus finanzas públicas. “Todo depende de cómo se use ese colchón”, apunta Samy Muaddi, gestor de T. Rowe Price. “Si sirve para reformas y recuperar el acceso a los mercados, puede ser positivo. Si no, se pierde transparencia y se generan pasivos ocultos”.

Angola ya enfrentó un episodio de vulnerabilidad en abril, cuando la caída del petróleo hundió el precio de sus bonos y forzó a JPMorgan a ejecutar una llamada de margen por 200 millones de dólares. Aun así, el gobierno de Luanda descarta por ahora la emisión de eurobonos y evalúa seguir tomando deuda bancaria o interna.

Mercados expectantes

Por ahora, la reacción de los inversores ha sido positiva. Los bonos de Colombia y Angola repuntaron tras el anuncio de sus planes de financiamiento, mientras que Panamá ha tenido un desempeño superior al promedio de sus pares emergentes en lo que va de 2025.

Sin embargo, la advertencia es clara: la financiación bancaria es solo un instrumento de transición. “Es una herramienta válida de corto plazo”, resume Anthony Kettle, gestor sénior de RBC BlueBay Asset Management. “Pero en algún momento, hay que devolverla”.

El desafío para estos países no es solo conseguir financiamiento más barato, sino asegurar que el dinero prestado sirva para transformar sus economías y no simplemente para ganar tiempo ante problemas fiscales estructurales.

Con información de Bloomberg