El Gobierno de Panamá ha optado por un inusual programa de préstamos bancarios por 6.000 millones de dólares para financiar su presupuesto, una estrategia que le ha permitido evitar la emisión de nuevos bonos soberanos este año y que, de momento, ha impulsado a sus títulos existentes a un rendimiento de más del 11% en 2025.
Sin embargo, analistas e inversores advierten que la medida solo ofrece un alivio temporal y que el país podría verse obligado a regresar pronto a los mercados, justo cuando crecen las preocupaciones sobre su sostenibilidad fiscal.
El déficit público se disparó el año pasado hasta el 7,3% del Producto Interno Bruto (PIB) y, aunque el presidente José Raúl Mulino había prometido reducirlo al 4% en 2025, las proyecciones de bancos de inversión, como Morgan Stanley, apuntan a un déficit del 6,5%. Esto ha elevado la percepción de riesgo de que Panamá pueda perder otra vez su grado de inversión y caer en la categoría de “bono basura”.
“La estrategia de financiación a corto plazo no es sostenible y es otro atributo negativo para la calificación”, advirtió Katrina Butt, gestora de carteras de AllianceBernstein en Nueva York. “Ha habido cierta complacencia respecto a las perspectivas fundamentales”.
Una táctica poco común en la región
El uso de deuda bancaria en lugar de bonos es más habitual en economías con menor calificación crediticia, como Angola o Costa de Marfil. Panamá, que mantiene una economía dolarizada y una de las rentas per cápita más altas de la región, se había caracterizado por un acceso fluido a los mercados internacionales de capital.
Pero el cambio de estrategia tiene costos adicionales: buena parte de esos préstamos están denominados en euros y francos suizos, lo que expone al país a riesgos cambiarios. De hecho, el debilitamiento del dólar ha sumado unos 220 millones de dólares adicionales a la deuda panameña desde febrero, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas.
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Solo uno de los préstamos está cubierto contra la volatilidad de divisas, aunque el gobierno ha dicho que evalúa nuevas coberturas. Para los analistas, la clave es si Mulino usará este “respiro” para corregir el déficit estructural.
“Entendería la estrategia si el gobierno tuviera una tendencia fiscal creíble”, señaló Ricardo Penfold, director general de Seaport Global. “Con los problemas fiscales que tiene Panamá, no tiene mucho sentido”.
Presión sobre el futuro fiscal
El riesgo es que el alivio actual se convierta en un problema mayor cuando esas obligaciones bancarias venzan en los próximos tres años, en un contexto de crecimiento global incierto y de mayor apetito por bonos emergentes en otros mercados.
El desafío de Panamá no se limita a cubrir sus vencimientos, sino a recuperar la confianza en su manejo fiscal. Si no lo logra, el retorno de sus bonos a los mercados internacionales podría ser más costoso que nunca.
Con información de Bloomberg Línea
