Brasil se encuentra contra el reloj para evitar la entrada en vigor de los aranceles del 50% que el presidente estadounidense Donald Trump planea aplicar a sus exportaciones a partir del 1 de agosto, en medio de negociaciones diplomáticas estancadas y de un contexto político que complica cualquier avance.
El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha expresado su disposición a continuar el diálogo. El vicepresidente Geraldo Alckmin afirmó que reiteró esa posición durante una conversación reciente con el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick. Sin embargo, desde el mes pasado no se han producido nuevas rondas formales de negociación, y una contrapropuesta brasileña enviada en mayo sigue sin respuesta, según fuentes diplomáticas consultadas por Reuters.
Trump ha vinculado los aranceles punitivos a la situación judicial del expresidente Jair Bolsonaro, procesado por presuntamente planear un golpe de Estado para impedir la toma de posesión de Lula. El mandatario brasileño calificó la medida de Washington como un “chantaje inaceptable” y aseguró el jueves que, de depender de la voluntad política del presidente estadounidense, “si él quisiera hablar, levantaría el teléfono y me llamaría”.
Empresarios presionan sin éxito
Alckmin ha sostenido 18 reuniones con representantes de grandes corporaciones estadounidenses, entre ellas General Motors, John Deere y Alphabet Inc, con el objetivo de sumar apoyo contra los aranceles. Sin embargo, las empresas mantienen cautela ante el riesgo de represalias políticas de la administración Trump, según confirmó Ricardo Alban, presidente de la Confederación Nacional de la Industria (CNI).
“Las cosas están muy tensas”, afirmó Alban, quien comparó el eventual impacto de las tarifas con la crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19. Un estudio del CNI estima que la imposición de los gravámenes podría costar más de 100.000 empleos en Brasil y recortar en 0,2% el Producto Interno Bruto.
El sector agroindustrial, uno de los principales afectados, prevé una caída de hasta 50% en el valor de sus exportaciones hacia el mercado estadounidense, según la Confederación de Agricultura y Pecuaria (CNA).
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Ajustes de estrategia y recurso a los tribunales
Ante la incertidumbre, empresas exportadoras han comenzado a ajustar sus cadenas de suministro. El fabricante de motores WEG evalúa el uso de sus plantas en México e India para abastecer a Estados Unidos, mientras que el productor de carne Naturafrig Alimentos ha empezado a desviar envíos hacia otros mercados.
En paralelo, algunas compañías han recurrido a acciones legales. El productor de jugo de naranja Johanna Foods ya demandó a la administración estadounidense, mientras que firmas de sectores como el acero y los productos químicos enfrentan cancelaciones de contratos de exportación, de acuerdo con asesores empresariales.
Pese a la presión de la industria y a una carta firmada por senadores demócratas calificando los aranceles como un “claro abuso de poder”, la Casa Blanca no ha emitido comentarios sobre el estado de las negociaciones. La falta de diálogo deja a Brasil con pocas opciones a medida que se acerca la fecha límite, lo que incrementa el riesgo de una confrontación comercial que podría reconfigurar su relación económica con Estados Unidos.
Con información de Reuters
