Con una votación ajustada de 5 a 4, el Banco de Inglaterra recortó su tasa de interés al 4%, en lo que representa un nuevo paso hacia la relajación monetaria tras más de dos años de lucha contra la inflación.
Aunque la inflación ha cedido terreno, no todo está resuelto. El índice de precios al consumidor subió a 3,6% en junio y se espera un pico del 4% en septiembre, impulsado por alzas en energía, alimentos y precios administrados.
Aun así, el Banco confía en que se trata de un repunte temporal. El escenario base sigue apuntando a una vuelta hacia el 2%, la meta oficial.
Tensión dentro del Comité
La decisión no fue unánime. Cuatro miembros del Comité de Política Monetaria querían mantener la tasa en 4,25%, preocupados por una posible persistencia inflacionaria y por expectativas aún elevadas entre hogares y empresas.
Del otro lado, cinco miembros —incluido el gobernador Andrew Bailey— votaron por el recorte. Uno de ellos, Alan Taylor, incluso prefería una baja más agresiva de 0,5 puntos, pero se alineó para asegurar una mayoría.
La economía sigue floja
El crecimiento del Reino Unido sigue sin despegar. El PIB apenas avanzó un 0,1% en el segundo trimestre, y aunque se proyecta una leve mejora al 0,3% en el tercero, la actividad se mantiene débil. El mercado laboral también se afloja: el desempleo sube y las vacantes caen.
Para muchos en el Comité, esta debilidad justifica una política menos restrictiva. Otros temen que aflojar demasiado pronto reactive las presiones de precios.
El mensaje es claro: no hay un camino fijo. El Banco seguirá observando la evolución de la inflación, los salarios y el consumo antes de decidir próximos movimientos. La política monetaria se mueve paso a paso.
